“El cine surge de la observación inmediata de la vida. Éste es para mí el camino cierto de la poesía fílmica, es en esencia la observación de un fenómeno inserto en el tiempo”.
Con estas palabras Andrei Tarkovski, considerado como uno de los máximos representantes del cine soviético de los años sesenta, definía su cine como poético, es decir, capaz de comprender películas cuyas imágenes suelen originar símbolos, alegorías y figuras retóricas parecidas.
Sacrificio, realizada por Tarkovski en el 1986, plasma una sensación apocalíptica que guardaba dentro de sí mismo en una película de autor de las más representativas del miedo humano hacia el mundo, del ansia de un posible fin incontrolable para el hombre, de la desconfianza hacia la ciencia, de un miedo explicable quizás solo a través de la religión.
Alexander, festeja su cumpleaños con su esposa, sus hijos, su amigo médico Viktor y el cartero de la aldea Otto. La fiesta la preparan dos camareras, una de ellas Julia y la otra María, una misteriosa mujer islandesa con fama de bruja buena. Sus peores temores se confirman cuando, durante la fiesta, llega la noticia de un inminente conflicto nuclear: la Tercera Guerra Mundial. El final, definitivo e irreversible, está cerca. Alexander cae de rodillas recitando el Padre Nuestro y pidiéndole a Dios que aleje los horrores que se anuncian, prometiéndole la renuncia a todo lo que posee: su casa y familia.
En el travelling tan largo que hay al principio de dos personas
hablando sobre filosofía en un campo, ahí Tarkovski nos quiso decir que
mientras los hombres hablan y hablan y hablan, la vida sigue, el viento
sopla, la tierra sigue su curso, nada más importa. Muchos os preguntareis ¿Y esto de qué me sirvió si no comprendí nada de esta película?,
hay estilos de cine muy sectarios que incluso el que los ve, en el fondo
no tiene ni idea de lo que está viendo aunque en su interior se piense
que si.
Para alguien que
estudia cine, viene muy bien, pero para un espectador corriente,
comprende que es un cine realmente complicado, cargante y que su actitud
es: "estoy aquí, no tenéis ni idea de lo que veis, pero sabéis que es
bueno, porque es diferente".
Fuera cierto o no, Sacrificio cumplió la profecía: al final de su rodaje le fue diagnosticado a Tarkovski el cáncer que terminaría con su vida el 29 de diciembre de 1986. Poseedora de algunos de los planos secuencia más complejos.
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